Carnaval de Veracruz, 2009
Fuente: Historias de Galenos III, p. 9, autor Dr. Luis Carlos Villanueva Samano.
Esto sucedió en verdad, y me hace recordar a un gran amigo ginecólogo recién fallecido.
Estábamos ya como médicos de base, en una pesada guardia de 24 hs. en el servicio de Ginecología, con el agobio natural y el ajetreo del servicio de urgencias. Hubo un paso en el cual por causas desconocidas, se calmó bastante la situación y teníamos cierta tranquilidad. Como a eso de las 4 de la tarde se presentaron unas pacientes preguntando por un medico amigo mío, en admisión. Al ver por quién preguntaban, me acerqué para atenderlas y me llamó la atención que ambas pacientes estaban bastante gorditas y altas. Me comunicaron que querían hablar con el Dr. Fulano y personalmente fui a avisarle distraídamente de la siguiente manera: “oye, Dr. Fulano ahí te buscan dos goooordas en la entrada, que quieren hablar contigo”. Me olvidé del asunto y seguí trabajando.
Como a las 2 hs., me encontré con el Dr. mencionado y por chismoso le pregunté que para qué lo buscaban las pacientes. Tranquilamente y sin hacer ningún aspaviento, me comentó “eran mi mamá y mi hermana, que venían a verme para que les diera unos medicamentos”…
En ese momento me quise desaparecer y que me tragara la tierra. Como nada de eso sucedió, discretamente y sin decir nada (¡qué podía decir!), busqué la graciosa huida sin que nunca me reclamara nada.
Estábamos ya como médicos de base, en una pesada guardia de 24 hs. en el servicio de Ginecología, con el agobio natural y el ajetreo del servicio de urgencias. Hubo un paso en el cual por causas desconocidas, se calmó bastante la situación y teníamos cierta tranquilidad. Como a eso de las 4 de la tarde se presentaron unas pacientes preguntando por un medico amigo mío, en admisión. Al ver por quién preguntaban, me acerqué para atenderlas y me llamó la atención que ambas pacientes estaban bastante gorditas y altas. Me comunicaron que querían hablar con el Dr. Fulano y personalmente fui a avisarle distraídamente de la siguiente manera: “oye, Dr. Fulano ahí te buscan dos goooordas en la entrada, que quieren hablar contigo”. Me olvidé del asunto y seguí trabajando.
Como a las 2 hs., me encontré con el Dr. mencionado y por chismoso le pregunté que para qué lo buscaban las pacientes. Tranquilamente y sin hacer ningún aspaviento, me comentó “eran mi mamá y mi hermana, que venían a verme para que les diera unos medicamentos”…
En ese momento me quise desaparecer y que me tragara la tierra. Como nada de eso sucedió, discretamente y sin decir nada (¡qué podía decir!), busqué la graciosa huida sin que nunca me reclamara nada.
Fuente: Historias de Galenos III, p. 9, autor Dr. Luis Carlos Villanueva Samano.
Un caso parecido le tocó vivir a un jefe que tuve hace muchos años. La empresa tenía una serie de tiendas y en esa ocasión nuestro jefe comentaba la mala selección del personal en las tiendas, opinando que las empleadas de mostrador eran poco agraciadas. La semana pasada -nos comentaba molesto el jefe- acaban de contratar para la tienda de Mina, a una vendedora que más bien parece un changuito, a lo que el encargado de puntos de venta comentó...si, la conozco, Lic. ella es mi hermana...
ResponderEliminarNuestro jefe no supo que decir en ese momento y cambiamos de tema a tratar.